Carlos Hakansson
Doctor en Derecho (Universidad de Navarra)
Profesor de Derecho Constitucional (Universidad de Piura)
Titular de la Cátedra Jean Monnet (Comisión Europea)
El primer ministro español, Pedro Sánchez, volvió a mostrar reflejos ante cualquier revés político o ataque desde la oposición. No hace mucho tiempo, al día siguiente de la derrota de su partido en los comicios regionales convocó un adelanto de elecciones parlamentarias y producir un giro a la noticia. La opinión pública se enfocó en la campaña en vez del reciente y estrepitoso fracaso en las urnas, pero con un detalle importante: convocar los comicios en plenas vacaciones del verano.
La última muestra de sus rápidos reflejos se produjo el pasado miércoles 24 de abril. La imputación a su esposa sobre una supuesta malversación de fondos públicos lo llevó a decretar cinco días de reflexión fuera de cámaras. Nuevamente, la noticia cambia especulando su inminente renuncia; nada de eso, Sánchez reaparece el lunes 29, visitó al Rey y luego pronunció un discurso reafirmando sus deseos de continuar a la vez de increpar a la oposición por sus golpes bajos. Seguidamente, sus partidarios celebraron su decisión y postura como si se tratara de un marido afligido que, a pesar del dolor de amor, decide seguir cumpliendo con su deber.
Los reflejos rápidos en política son una cualidad que compensa los errores cometidos y sin duda Pedro Sánchez tiene esa habilidad; vuelve a investirse como primer ministro, pero increpado de pactar con un partido proterrorista y aprobar la amnistía a un separatista. Hace una finta para renunciar, para luego dar la imagen de “viudo desconsolado” que ensombrece la real: un “primer ministro avergonzado” por lo ocurrido.
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