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El síndrome del “Estado soy yo”. Publicado en El Montonero (Diario Digital), martes 4 de junio de 2024.

Carlos Hakansson

Doctor en Derecho (Universidad de Navarra)

Profesor de Derecho Constitucional (Universidad de Piura)

Titular de la Cátedra Jean Monnet (Comisión Europea)

El presidente Nayib Bukele comenzó su segundo mandato electoral con el compromiso de mejorar las condiciones económicas de El Salvador, a la vez que celebró la considerable reducción de la delincuencia lograda durante su primer periodo de gobierno. Durante su discurso dirigido a la ciudadanía, con la presencia de líderes políticos nacionales y extranjeros, se ratificó en los medios empleados, a pesar de las críticas de sus opositores, que le imputan los actos arbitrarios contra los derechos humanos y los elevados costos de su aparato de comunicación.

La victoria de Bukele en las elecciones, por 85% de aprobación frente a sus rivales políticos, trajo como consecuencia una mayoría parlamentaria sin contrapesos en su futura gestión de gobierno (54 de 60 escaños). El presidente sostuvo que prefiere los cambios acelerados a los que demorarían varías décadas; por eso, tampoco descarta tomar medidas económicas impopulares. El tema es que si la democracia demanda paciencia, tolerancia y empeño para lograr acuerdos y alcanzar el bien común, la segunda etapa del gobierno Bukele posee la mayoría parlamentaria para realizar las políticas que desea implementar sin la necesidad de consensuar con la oposición. En Argentina, Milei tiene una condición contraria; por ejemplo, la denominada “ley ómnibus” demandó tiras y aflojas para su aprobación.

¿El ejercicio de la política se manifiesta mejor con mayoría o minoría parlamentaria? La respuesta se aplica en ambas circunstancias, pero con el condicionante de sugerir la autolimitación del gobierno cuando goza de mayoría oficialista durante el mandato. Por eso, a pesar de parecer irónico, saber lidiar con la oposición en solitario, o en consenso con otros partidos, resultará difícil, pero brillará la importancia de la política como actividad humana para alcanzar el bien común. La realpolitik obliga a revisar los planes de gobierno y moderarlos en función a lo posible durante el tiempo de gestión. El reparto y nueva composición de las fuerzas políticas fue una decisión de los ciudadanos en las urnas, son las reglas de juego en democracia. Se trata de la primera lectura del candidato vencedor y que determinará parte del éxito de su gestión.

Cuando el gobierno goza de mayoría congresal es conveniente su voluntaria autolimitación, lo cual resulta irónico cuando ostenta el número de escaños suficientes para tomar decisiones; sin embargo, si la democracia es el gobierno de la mayoría que respeta a la minoría, también demanda la necesidad de propiciar el diálogo desde el hemiciclo para escuchar a sus opositores y, a la luz de la razón, poder confirmar o moderar, sus promesas de campaña atendiendo a lo realmente posible. Por eso, la necesidad de renovación parlamentaria a mitad de mandato es razonable para que los ciudadanos confirmen o cambien la correlación de fuerzas en el Congreso; pero ello demanda un sistema de partidos y no el “reinicio” de la clase política por su alta mortalidad.

El segundo mandato de Nayib Bukele tiene el reto de revisar, con espíritu crítico, sus pasadas decisiones y evitar cuestionar a los medios de comunicación que le sean incómodos. Bajo la actual coyuntura, la prensa libre deberá ser su principal oposición (mediática). El ejercicio de su capital político deberá reservarlo para apuntalar sus políticas públicas, a la vez de permitir la exposición política y profesional de sus ministros para encontrar su sucesor al final del mandato. En ese sentido, la pretensión de lograr una reelección presidencial indefinida será el comienzo del fin de la democracia.  En resumen, son los roles y tareas presidenciales más complicadas de realizar cuando se gana con amplio respaldo ciudadano, pues de lo que se trata es evitar el síndrome del “Estado soy yo”.

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